lunes, 24 de octubre de 2011

Love's not time's fool

Menudos hipócritas estamos hechos. Si el venerable anciano festeja sus bodas de oro y dice "Estoy tan enamorado de mi mujer (otra venerable anciana) como el primer día" todos en la sala suspiran, aplauden y enjugan alguna lagrimita.  Nadie se levanta y dice "Pero el enamoramiento solamente dura dos años, a lo sumo tres. ¿No será que usted acaso está a gusto con tener quién le planche las camisas y confunda el amor con la comodidad?" No, esa idea no pasa por las cabeza de nadie. El caballero es un hombre excepcional, si lo dice será porque es cierto. 

Ahora vengo yo y te digo "Sí, terminó conmigo hace cinco años, pero lo sigo queriendo, como el primer día." Entonces el psiquiatra me escribe en el volante "trastorno adaptativo", el psicólogo me dice que, como todo mal hábito, me lo podré quitar "porque el enamoramiento no dura mas que dos años, tres a lo sumo". La mitad del mundo tiene sus propio diagnóstico: es un defecto de carácter, obstinación, falta de voluntad para probar cosas nuevas, falta de sexo, falta salir de fiesta, falta irte de viaje, falta, falta, falta... A la otra mitad mejor ni contárselo. Quienes mejor harán serán aquellos que olímpicamente pasen de la confesión. 

Vale, entonces me busco en Wikipedia qué es eso del trastorno adaptativo. Me voy a la farmacia a buscar un parche. Los hay para dejar de fumar, no para dejar de amar... me cachis. Igual y podría inscribirme en el programa de los 12 pasos, pero para seguirlo los alcohólicos, los drogadictos, los tragones, tienen que dejar su mal hábito y luchar con él cada día. Yo sigo buscando la forma de dejar de amar. Las fiestas no han estado mal, las libaciones tampoco, el cigarro estuvo bien por un tiempo. De los candidatos a ocupar el centro de mi corazón, casi que mejor ni hablar porque ninguno sale bien parado. Para mi buena suerte ellos tampoco hablan de mi, porque seguro que en su versión de los hechos tampoco soy una blanca paloma así que, por respeto mutuo, llevemos la fiesta en paz.

Hay veces en que paso semanas sin pensar en él, me absorbe la vida, el afán, la enfermedad, el propio frío. En algún punto mi mente se tropieza otra vez con él y pienso "cuánto lo quiero". Otras veces hago la maleta y me voy tan lejos como puedo, al otro lado del mundo, a otra isla. Y uno de esos días me voy a la cama, apago la luz y pienso "cuánto lo quiero". Claro, también tengo mis ratos en que lo odio profundamente, con un odio igualmente irracional, como el de quien siente sus territorios invadidos. Después el odio se apaga y pienso...

En verdad ¿Somos los seres humanos tan mezquinos que si no recibimos tanto o más de lo que damos entonces nuestros afectos se deterioran y al final se apagan? Si yo consigo vivir conmigo misma ¿No pueden hacer lo mismo aquellos que están afuera?

"El enamoramiento dura dos años, a lo sumo tres." Rebusco en la literatura científica y no encuentro un buen contra argumento. Solamente un soneto que dice algo como "El amor no es la burla del tiempo". No lo dije yo, lo dijo Shakespeare, y esta es la única respuesta que os puedo brindar. Haced con ella lo que os plazca.

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