lunes, 14 de diciembre de 2009

Pequeña humanidad

¡Oh, pequeña humanidad! Tus lances y fatigas me tienen sin cuidado. Gustosa me cortaré la lengua si vos hacéis lo mismo. Atrapada en tu bucle, mínima porción de la humanidad, volviste tragedia el azar y cuando los escenarios del mundo te fueron negados, construiste una catedral para inmolarte noche a noche frente a un público selecto que en ocasiones fuiste solo tú. No hay futuro para ti, serás eterno retorno, morirás sin unidad de acción, en un intento por perpetuar más allá del tiempo tus afanes cotidianos.

sábado, 7 de noviembre de 2009

El universo T.céntrico

Estar a la una de la mañana en el messenger no representa demasiada deshora. La red acorta las distancias y siempre, en alguna parte del mundo, es una hora apropiada para el intercambio de bits, una práctica económica y gratificante. Para la gloria de los santos la verbalización es suficiente como para construir una catedral con un movimiento hábil de dedos que se deslizan por el teclado, una música personal, el tec-tec-tec que arrulla mis sueños.

Pero tener a T. en línea es un hecho sorprendente y todavía más a estas horas. No voy a hacerme la dura, pero sinceramente no me costó más que veinte minutos borrar a T. de mis listas de "polvos disponibles", "pláticas interesantes" y "llamar en caso de secuestro"... de eso ya hacía cosa de dos meses. Lo digo porque no me hubiera remordido en ningún momento la conciencia cortar la conversación para dedicarme a mis responsabilidades nocturnas, permaneciendo on-line y sin siquiera sacar el cartelito de "no disponible". Pero ante el deber mi maldad terminó imponiéndose... siempre he sido una bruja y jamás lo he negado. Observaba entonces, muy entretenida, cómo T. escribía y borraba su mejor intento por volver a colocarse en la lista de "polvos disponibles". El messenger es una cosa muy indiscreta, un lapicito te va indicando cuando el interlocutor escribe, se detiene, borra, vuelve a empezar. Ante un especímen tan agoviado ¿qué puede hacer uno? Pues prepararse unas palomitas y disfrutar de la función.

T. dice que su lado oscuro me asustaría, que tiene muchas perversiones. Y conociendo yo las mías, me imagino si las de él incluirán machos cabríos, violación de vírgenes o profanación de tumbas... la verdad es que no me interesa averiguarlo, aunque el pobrecín se muere por contarme. Siempre que hablo con T. me quedo con la sensación de que las paredes se estrechan y no hay sitio ni para mi nariz. A veces intenta hacer conmigo de Pigmalión... sé que debería sentirme ofendida, pero su ingenuidad me mueve a la compasión. Sin pedirlo, me da una serie de razones ya bastante conocidas de por qué no puede acostarse conmigo... supongo que a quien intenta convencer es a sí mismo, lo he dejado ser. Luego me pone a prueba, me pide que le convenza de que yo soy la mujer de su vida, pero yo ya estoy convencida de que no lo soy. Después me adoctrina, me da su bendición y se marcha. Al final he creado una lista de contactos exlcusivamente para él denominada "Se niega a verme porque no sé sacar conejos de la chistera".

martes, 15 de septiembre de 2009

Pesadilla macbethiana

Hace tiempo, no recuerdo cuánto, llegué del super con seis botellas de cerveza y las puse en la nevera. A los pocos días, cuando todavía no había tenido oportunidad de extraer el sagrado néctar de aquellos palacetes de cristal marrón, las amígdalas se me pusieron del tamaño de la cúpula del Capitolio. No sé si el médico se confundió acaso porque los antibióticos que me recetó más bien saben a raticida. Entonces fue necesaria una reestructuración de la nevera, que el pimiento rojo cediera su espacio a las natillas y cuidar que las rejillas no se vinieran abajo por causa de los zumos. Replegué mis seis cervezas contra el fondo de la nevera... la luz coqueta hacía resplandecer sus corcholatas doradas.

Hoy por la mañana, después de disfrutar el exótico cocktail a base de raticida, destapacaños y cianuro (hoy que mis amígdalas apenas alcanzan el tamaño de las pelotitas ping-pong), he abierto la puerta de la nevera y constatado con terror que las botellas han avanzado tres centímetros, separándose considerablemente del fondo. El bosque de cervezas avanza contra mi por la alta colina de Dunsinane, el ejército del jóven Malcom (no nacido de mujer) prepara el ataque... Blow wind, come wrack!

martes, 30 de junio de 2009

Paso por París

Todo pasó muy rápido: volteé la cabeza a un lado y las pirámides de cristal del Louvre hacían señas através de los arcos del palacio. Veía el código de Hammurabi, la piedra Rosetta, el libro de los Muertos y pensaba "Aquí empezó todo, aquí empezó todo!" Los artesanos de Hammurabi ¿hubieran desgastado sus dedos, sus ojos, su paciencia, tallando línea por línea, si mínimamente hubiesen llegado a saber que tanta y tanta palabra un día nos iba a sepultar bajo códigos binarios lapidarios?
En el principio eran las rayitas, los ojitos, pajaritos de perfil... entonces se hizo la luz y dejamos de decir palabras para que ellas comenzaran a parirnos. El día en que naciste ¿qué letras centellearon, qué palabras se dieron las manos, agradeciendo el milagro? ¿Veniste al mundo a bordo de un moisés conducido por un caudal de palabras, o acaso una agüita de murmullos fue regando el repollo del que saliste?
Y en el barrio Latino, con cuatro cervezas encima y mucho jazz en las orejas, claramente podrás distinguir la diferencia entre el latín culto y el vulgar. Eso si los mosquitos no te han devorado todavía.

lunes, 13 de abril de 2009

Palabras, de sobra

Muy cordialmente invito a todo el respetable a leer el cuento que la Nena ha escrito:

http://vsmpiradecerebros.blogspot.com/2009/04/la-princesa-descafeinada.html

Atentamente:

Julia, Princesa Descafeinada, Señora del Tajo, Cofrade de la Orden del Chiringuito Sagrado.

domingo, 22 de marzo de 2009

En la Luna, con Mike Torello

A sabiendas de lo sacrificado que puede llegar a resultar despertar un domingo a las 7 de la mañana y exponer el cuerpo a las bajas temperaturas de la calle, Madrid concede revelaciones a las pobres almas sonámbulas. Un sábado por la noche, transitando por sus avenidas, callejeando por los barrios, haría pensar "esta ciudad nunca duerme". Pero Madrid duerme, y la imagen de su despertar revela un mundo todavía más alucinante que el del propio Valle-Inclán. Siento muy dentro el impulso de acercarme a la primera cafetería que veo abierta y preguntar "¿Pasó ya por aquí el Ángel Exterminador?". Sodoma y Gomorra arrasadas por la sobriedad, de ellas quedan doscientos vasos deshechables arrojados a la calle, algún cuerpo a punto de hipotermia que alcanzó el sueño póstumo en algún portal, el olor a noche interminable y nuevo día. Y en algún sitio, a fuerza de manguera, poco a poco van borrándose los recuerdos del día vivido la noche anterior.

La Gran Vía está desierta. Pasan a mi lado los autobuses que van a Toledo, al Escorial, a Ávila ¡adiós a todos! El día no parece calentar, al aire helado se lleva los rayos del sol, quién sabe a dónde, los estarán racionando para cuando haya más gente en las aceras. Intento esconderme dentro de mi misma y espero el autobús. De pronto se detiene a mi lado un taxi:

-¡Guapaaaaa! ¡A ti te llevooo gratis a donde seaaa! ¡A la Lunaaa!

El taxista se parece a Dennis Farina... ¿ha dicho a la Luna? ¿o tal vez dijo a La Coruña? ¿O más bien dijo Lugo?

Tengo tanto frío que llevo el sí en la punta de la lengua... no puedo parar de reirme, doy las gracias, Mike Torello insiste, me río todavía más mientras pienso que los dos días que he pasado en el gimnasio por fin están rindiendo sus frutos. Mi chofer espacial me dice adiós, continúa su camino, me quedo ahí parada, imaginando la aventura que no tuve. Observo mi perfil en el reflejo de un aparador y analizo con detalle la perfecta línea que dibuja mi culito. No te desanimes, redondo y firme amigo, un día estaremos ahí, un día.

viernes, 20 de marzo de 2009

Semana Santa, Viernes de Resurrección

Recuerdo, como si hubiera sido hace mucho tiempo, que en la Universidad había una aspirante a poeta muy preocupada por la incidencia de las nuevas tecnologías en la literatura. En pocas palabras, que los poemas no le salían igual si los hacía con lápiz y papel que si los escribía en el ordenador. Jamás imaginó hasta que punto, años después, la tecnología iba a truncar mi vida en el arte. Sin ID, sin password, contemplando desde lejos mi blogg, sin poder acceder a él, tantas buenas ideas que se evaporaron cuando no pudieron formalizar su encuentro con la palabra. Mentían "aquellos" que hablaban de la libertad del alma y las bondades de un arte que ningún medio material puede detener... ¡mentira! La poesía no libera, muy al contrario, convierte las almas en prisioneras de las medidas virtuales de seguridad... ¿Qué es un ID, qué es un password? It is not hand nor foot / Nor arm nor face nor any other part / Belonging to a man. Pero sin ellos, que no son nada al final, sintagmas carentes de dimensiones, la poesía escrita en servilletas, en las paginas en blanco de la agenda (días pasados, sin nada digno de ser recordado) pierde su hilación con el resto del discurso cotidiano. Los trozos de papel se agrupan pero no encajan, como piezas de diferentes rompecabezas.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Especie

Dieciocho horas después de haber extraído hueso, cartílago, carne y lo poco que de humanidad me queda del exquisito abrigo de la cama, sitio que en su abrazo detiene el tiempo y en cuyo exilio se revela la mortalidad asquerosa, pasadas pues las dieciocho horas, más que el rigor de la fuerza gravitacional me deja perturbada la sensación de haber pasado por largas vidas reencarnadas antes de regresar aquí.

He abrazado al mundo, sobrevolado los siete cielos conocidos, saltado de primavera a invierno en el batir de alas. Y no he muerto poco: la que tirtó al poner su pie derecho sobre el suelo no es la misma que ahora frota ansiosa su pies, uno contra otro. Hago recuento de miembros y no falta ni un meñique, pero sospecho que en cierta zona inaccesible para mi mirada algún mechón de pelo se ha tornado blanco. ¿Quién es esta extraña, quién le ha dado las llaves de mi casa, quién le contó de la caducidad, del cofre donde guardo mis ahorros? Esta que escribe no soy yo, pero eso da igual, el recuerdo me ha borrado.

No voy a gastar mi fuerza en averiguar si todavía queda algo del ser que abandonó a rastras el caldo primigenio. No lo haré porque es todavía más difícil reconocer la línea evolutiva (Querido Darwin, a ver cómo explicas esto) que trajo hasta aquí a la extraña. Serán las absurdas costumbres, probablemente, las que expliquen el desarrollo de mi especie. A la extraña le resta todavía aprender que cuando Dios la expulsó del paraíso, era en serio y para siempre.

domingo, 1 de febrero de 2009

La Cancillería Desolada

El año pasado L. pensó que lo más adecuado para una mujercita que cumplía los 29 años y que vivía la mayor parte su tiempo entre las oficinas de extranjería, siempre esperando al resolución a alguna causa, era hacerse con un voluminoso ejemplar de Casa Desolada, de Charles Dickens.

Cabe decir que los regalos de L. son siempre libros, salvo por una ocasión en que al habitual paquete de libros agregó una película de Berlanga. Los libros que L. suele darme son alarmantemente cada vez más grandes. Comenzó por una pequeña edición de bolsillo de Conrad. Y cada año los libros van haciéndose más y más grandes, sus tapas cada vez más duras, cada vez es más difícil maniobrar con ellos.

Mi lectura de Casa Desolada tiende a ser (físico) constructivista: a mi me gusta leer en la cama y con sus 1087 páginas estoy consiguiendo un abdomen de hierro, envidia de todos aparatejos para fortalecer los músculos del abdomen que venden por televisión.

(Guardo de Dickens un entrañable recuerdo: Canción de Navidad fue el primer libro que leí. Tenía siete años, comencé en noviembre y terminé en abril. Y creo que no fue una experiencia muy agradable, pero fue la primera, la demostración de que mi mente estaba preparada para el mundo de las palabras.)

Encontré casi al principio de Casa Desolada una expresión inquietante:

"¡esta es la Corte la Cancillería!, que acaba hasta el punto con el dinero, la paciencia, el coraje y la esperanza que trastorna el cerebro y rompe el corazón. No hay hombre honorable entre sus profesionales que no aconseje, que no haya aconsejado con frecuencia: '¡Es preferible sufrir cualquier injusticia antes que venir aquí!"

(trad. José Rafael Hernández Arias)


Nuestro espíritu existencialista nos invita a recapacitar constantemente en aquella expresión que Dante atribuyó a la entrada del infierno como el sitio de la desesperanza. Ciertamente cuando cruzamos el umbral que separa al mundo de nuestros trabajos, de la casa de los suegros, del corredor de la muerte, nos repetimos bajito, como una letanía "Abandonad toda esperanza".
La Cancillería de Dickens me toma por sorpresa porque no dista demasiado de esos purgatorios artificiales por los que todo extranjero debe pasar para conseguir garantizar su permanencia en el país que le acoje a regañadientas. El extranjero vive en esa "prórroga perpetua" de la que habló Sabines. En cierta manera su ser se transforma en el material de un poema inexistente. Somos conscientes de que estos nuestros cuerpos ocupan un lugar en el espacio, que respiran el aire, que sudan hombro con hombro en la labor. Pero el resto del día es una sala de espera, es ver el sol salir mientras se espera en la cola, un sentimiento de estar aislados en el desasosiego. Los cuerpos se vulneran por el filo de esos folios que rechazan, anulan, desestiman, exigen, prorrogan, requieren, conceden a veces. Sinceramente, no creo que exista en el mundo un Atlas lo suficienteme entrenado como para soportar sin doblarse los envistes del sistema, sobre todo cuando el mero volumen no es suficiente para justificar nuestra presencia.
Con todo, una de las cosas que más temo de la llegada de los treinta años son las dimensiones que tendrá el próximo libro que me regale L. A este paso el único presente admisible será la Enciclopedia Británica.

martes, 27 de enero de 2009

Lunas

Mientras que en oriente la noche ya ha encendido los faroles, sin conocimiento de la hora (es noche ya) el occidente resplandece en una franja que podría ser más amplia si esa gran nube no cubriera casi por completo el cielo.

El autobús se detiene como un equilibrista entre las dos porciones de la tierra, actor involuntario de la alegoría que en sus cristales ha formado. En un juego de reflejos, la luz de los faroles danza de aquí a allá y al instante ha conseguido proyectarse sobre el cielo del este, aún ligeramente claro. Las luminarias, con sus formas de globos, se transforman en mi cristal en cuatro lunas. Cuatro lunas tiene el cielo, lunas tan redondas que derrochan alegría, como si en cualquier momento fueran a tomarse de las manos y comenzar a hacer la ronda.

Otra luna rezagada se mezcla entre las sombras de los árboles secos que hay en ambos lados de la calle. Ramas perfectas la cruzan, por delante y detrás, mi luna solitaria es transparente y sólida, más real que el cristal que de ella me separa.

domingo, 25 de enero de 2009

Un mundo de desesperación

No puedo inscribir mis palabras en la eternidad. Por desgracia para quienes vivimos la vida a través de las palabras, Shakespeare solamente hubo uno y no parece ser que vaya a haber otro, ni que ese otro sea precisamente yo. Así que no podré hablar de otras épocas, solamente de esta, de cual una pequeña franja del espacio me atraviesa, a veces no son más que treinta metros cuadrados de soledad. Pero aquí y ahora, con los ojos bien abiertos, con el espectáculo de banderas que puedo observar desde mi ventana, voy a afirmar que este mundo en el que vivo es un mundo de desesperación.

Es la desesperación, y no la maldad, la reina de este mundo. La veo instalada en los ojos de aquellos que me rodean. Abrazan sus posesiones, sus status, sus trabajos, su pan, temerosos de que sus pertenencias les sean arrebatadas. Y miro también en los ojos de los otros hambre por aquello que piensan que poseo. Se repiten la consigna "Aprisionar todo lo que tengo, arrebatar todo lo que pueda".

Y no sé qué quieran de mí ¿Qué podrían tomar de una semilla secada al sol? Debajo de la corteza no encontrarán ni siquiera carne. Polvo tal vez se levante cuando con las uñas rompan el tegumento. Con las fosas nasales abiertas podrían intentar aspirar los residuos del alma... no saben cuánto lamento no tener nada más para ofrecerles.