domingo, 25 de enero de 2009

Un mundo de desesperación

No puedo inscribir mis palabras en la eternidad. Por desgracia para quienes vivimos la vida a través de las palabras, Shakespeare solamente hubo uno y no parece ser que vaya a haber otro, ni que ese otro sea precisamente yo. Así que no podré hablar de otras épocas, solamente de esta, de cual una pequeña franja del espacio me atraviesa, a veces no son más que treinta metros cuadrados de soledad. Pero aquí y ahora, con los ojos bien abiertos, con el espectáculo de banderas que puedo observar desde mi ventana, voy a afirmar que este mundo en el que vivo es un mundo de desesperación.

Es la desesperación, y no la maldad, la reina de este mundo. La veo instalada en los ojos de aquellos que me rodean. Abrazan sus posesiones, sus status, sus trabajos, su pan, temerosos de que sus pertenencias les sean arrebatadas. Y miro también en los ojos de los otros hambre por aquello que piensan que poseo. Se repiten la consigna "Aprisionar todo lo que tengo, arrebatar todo lo que pueda".

Y no sé qué quieran de mí ¿Qué podrían tomar de una semilla secada al sol? Debajo de la corteza no encontrarán ni siquiera carne. Polvo tal vez se levante cuando con las uñas rompan el tegumento. Con las fosas nasales abiertas podrían intentar aspirar los residuos del alma... no saben cuánto lamento no tener nada más para ofrecerles.

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