domingo, 24 de enero de 2010

El comienzo del año

Los paisajes son selectivos, no son patrimonio de la humanidad, diponibles para el disfrute de todo aquél que posee ojos. Algunos fotógrafos con suerte, paparazzis del entorno, capturan la imagen perfecta del lago y la montaña, el momento preciso en que el espejo del cielo deja de temblar. Las fotografías democratizan la belleza natural, momentos que únicamente los privilegiados y los osados han podido disfrutar.
Y la imagen se volvió más fuerte que el sentido porque en Navidad miro a través de la ventana y no hay ni nieve ni renos, no hay humo de chimeneas. Y después de la larga fiesta de Noche Vieja vuelvo por mi calle y nada me dice que el nuevo año ya está aquí, todo es el mismo suelo mojado, el sol oculto, los edificios entristecidos. Pero el año tendría que comenzar en algún momento, porque no puede ser el pasado eternamente. Hoy, finalmente, la claridad se desliza suavemente por los áticos, la luna impertinente nos sonríe y un árbol desnudo es la promesa de todas las hojas que se irán escribiendo en su nueva historia.
Hoy, 24 de Enero, ha comenzado el año.

domingo, 10 de enero de 2010

Nieva

Dentro del Café de Oriente volvieron a sonar conversaciones que desde hacía cincuenta años no habían vuelto a ver la luz. Mientras nuestras tazas de café se vacían, afuera la suave caída de la nieve va formando, poco a poco, una alfombra blanca para darnos la bienvenida a una infancia que nunca tuvimos. (Sospecho que Toño, aprendiz de invocador de lluvia, algo habrá fallado en el ritual: desde su llegada no hemos tenido más que nieve de todos los espesores).
Diminutos besos se posan con suavidad en mis cabellos, en mis guantes, se apelmazan en el suelo y se pegan a mis botas. Y tengo ganas de dar vueltas y convertirme en estatua de hielo, de que la estampa detenga el tiempo, de que sea perpetuo este sentimiento de soledad desgajado copo a copo por la noche.