domingo, 31 de julio de 2011

Serenatas

Debajo de mi ventana está la ventana de Jo. Y bajo la de Jo, un salón de tatuajes. Tal vez es porque los marineros fueron durante mucho tiempo los únicos que se tatuaban, pero los del salón pusieron afuera de su establecimiento un tarima, un cierto remanente de embarcadero para un río imaginario, porque el Támesis está pal otro lado. La tarima es lo suficientemente grande para que una china poblana pueda bailar el Jarabe Tapatío sin temor de caer fuera de ella. Pero no, lo que en la tarima del Real U Tatoo puede apreciarse es, ni más ni menos, el Gran Teatro del Mundo.
A lo largo del día muchos viajeros vienen a sentarse y a pie de ventana me cuentan su vida, la mayor parte de las veces no los entiendo. Las pakistaníes pasan por la mañana, vienen del supermercado y discuten a gritos y en un idioma inteligible algo con sus comadres... seguro que se están quejando de cuánto ha subido el kilo de pepinos. A la hora del almuerzo los tatuadores toman el sol, se comen un sandwich de salmón, se ponen las manos bajo los sobacos... tengo la certeza de que hablan inglés, pero al día de hoy no les he podido entender ni media palabra. Y por las noches viene el castellano, pasada la media noche los borrachos españoles que ya no pueden caminar más hasta sus casas se sientan un rato a vomitar, a increparse unos a otros en un "jo tío, jo tía" pendular. Y si la suerte lo permite, tal vez un grupo de muchachas gritará el nombre de algún despistado que ha extraviado su camino en la noche de Oxford, y le llamarán "Güüeeeyyyy!!! Es por acáaaa!!!". Para eso están los puertos ¿no?

domingo, 17 de julio de 2011

Ostras sin champagne

Las relaciones deshumanizadas están llegando a un callejón sin salida.
Primero fue lo de Don Juan, que decía no tener ninguna relación "con la madre de su hija". Sus labios decían una cosa, su facebook otra. Lo suyo pasó de ser adorablemente estúpido a asquerosamente grotesco. Quitó el nombre de su esposa, cerró su muro a los indeseables y me quedé sin fuente de información. Luego vino el domingo aquel en el que tuve el placer de conocer a la Marquesa de Meteuil y a Madama Butterfly... ¿Qué habrá pasado después? No lo sé, supongo que nada, pero cuando uno supone que no pasa nada al final termina pasando TODO. Pero ya no lo sabremos, hay un muro infranqueable entre su muro y yo.
Un día salí a pescar en alta mar, no pesqué nada, pero un molusco se me subió a la barca y no había manera de hacerlo que se bajara. Y de verdad, hubiera podido tenerle más paciencia al molusco si hubiera tenido 10 menos de todo: 10 años menos, 10 complejos menos, 10 libros menos pendientes de leer. Le sentó muy mal mi enérgica invitación a bajarse de mi bote y después descubrí que había sido baneada del blogg de su amigo. Eso sí es solidaridad, y no chingaderas.
Estoy en medio del mar, en una barca del tamaño de una isla y uno a uno mis contactos me van condenando al ostracismo. ¿A quién se le habrá ocurrido que las ostras son sinónimo de soledad? En la calle de Goya hay un lugar en que te sirven una ostra gigante acompañada de una copa de champagne... sinceramente, las ostras siempre van acompañadas de algo, a veces se pierden entre la multitud de las mariscadas. Yo, en cambio, a veces siento que la isla se mueve, se aleja todavía más del continente y me mareo.

sábado, 9 de julio de 2011

Y Virgilio no estaba ahí.

No me interesan, Marco Polo, las historias de tus viajes y las tierras exóticas que visitaste. Yo he estado en el infierno y, créeme, esa clase de viajes no los compras en El Corte Inglés.