domingo, 17 de julio de 2011

Ostras sin champagne

Las relaciones deshumanizadas están llegando a un callejón sin salida.
Primero fue lo de Don Juan, que decía no tener ninguna relación "con la madre de su hija". Sus labios decían una cosa, su facebook otra. Lo suyo pasó de ser adorablemente estúpido a asquerosamente grotesco. Quitó el nombre de su esposa, cerró su muro a los indeseables y me quedé sin fuente de información. Luego vino el domingo aquel en el que tuve el placer de conocer a la Marquesa de Meteuil y a Madama Butterfly... ¿Qué habrá pasado después? No lo sé, supongo que nada, pero cuando uno supone que no pasa nada al final termina pasando TODO. Pero ya no lo sabremos, hay un muro infranqueable entre su muro y yo.
Un día salí a pescar en alta mar, no pesqué nada, pero un molusco se me subió a la barca y no había manera de hacerlo que se bajara. Y de verdad, hubiera podido tenerle más paciencia al molusco si hubiera tenido 10 menos de todo: 10 años menos, 10 complejos menos, 10 libros menos pendientes de leer. Le sentó muy mal mi enérgica invitación a bajarse de mi bote y después descubrí que había sido baneada del blogg de su amigo. Eso sí es solidaridad, y no chingaderas.
Estoy en medio del mar, en una barca del tamaño de una isla y uno a uno mis contactos me van condenando al ostracismo. ¿A quién se le habrá ocurrido que las ostras son sinónimo de soledad? En la calle de Goya hay un lugar en que te sirven una ostra gigante acompañada de una copa de champagne... sinceramente, las ostras siempre van acompañadas de algo, a veces se pierden entre la multitud de las mariscadas. Yo, en cambio, a veces siento que la isla se mueve, se aleja todavía más del continente y me mareo.

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