martes, 27 de enero de 2009

Lunas

Mientras que en oriente la noche ya ha encendido los faroles, sin conocimiento de la hora (es noche ya) el occidente resplandece en una franja que podría ser más amplia si esa gran nube no cubriera casi por completo el cielo.

El autobús se detiene como un equilibrista entre las dos porciones de la tierra, actor involuntario de la alegoría que en sus cristales ha formado. En un juego de reflejos, la luz de los faroles danza de aquí a allá y al instante ha conseguido proyectarse sobre el cielo del este, aún ligeramente claro. Las luminarias, con sus formas de globos, se transforman en mi cristal en cuatro lunas. Cuatro lunas tiene el cielo, lunas tan redondas que derrochan alegría, como si en cualquier momento fueran a tomarse de las manos y comenzar a hacer la ronda.

Otra luna rezagada se mezcla entre las sombras de los árboles secos que hay en ambos lados de la calle. Ramas perfectas la cruzan, por delante y detrás, mi luna solitaria es transparente y sólida, más real que el cristal que de ella me separa.

2 comentarios:

  1. Esa luna se me recuerda totalmente a la mía... algún día creo que accederemos a ella sin necesidad de querer romper ese cristal que nos separa de ella.

    Me encantó este pequeño retal. Un beso, mi descafeinada!

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